Cuando una sociedad está a la espera del
acontecimiento que puede extinguirla, cuando el miedo, el desamparo, la
pobreza, la desherencia y la envidia de todos contra todos han llegado a un
estado de madurez, comparables al de los frutos bajo el calor, una expresión
secreta y ávida aparece en la mayoría de los rasgos de los vivos que se
encuentran por las calles de las ciudades que son las nuevas selvas. Los
rostros que nos rodean cargan con esa tristeza y manifiestan ese silencio que
se extiende. Ese silencio sigue siendo ignorante de su ferocia. 
Las sociedades occidentales están de nuevo en ese estado
de terrible madurez. Están en el límite de la carnicería.

En este ámbito sabremos que antes que el ser, está la política.
Números extraños dirán: "Lo que puede, hace política. Podereando."
Sabios arcaicos callarán, o sonreirán, pensando: "El poder no se tiene. El poder, poderea."
Benedicto escribió que de dos formas se poderea: ejerciéndose (Acción) - padeciéndose (Pasión). La primera es alegre. La segunda triste.
El Estado Moderno, en términos generales, vive por, para y gracias a un fantasma susceptible de adherencias y esencialmente triste.